LA DEUDA.
Tengo una deuda que arrastro de siglos,
tan vieja como la vida.
Eternamente impagada e impagable,
por extensa y desmedida.
Tengo una deuda que me encadena
y a ti me hace volver,
para sentir la tierra que me reviste
y el perfume de tu piel.
¡Ay, qué extrañas cuentas tus cuentas
y qué extraño querer!
Tu alma todo lo suma y nada resta,
sin sobrante a devolver.
Tengo una deuda que arrastro de siglos,
tan grande como el mar.
Una eternidad siempre me la reclama
y no la logro saldar…
¡Ay, qué extrañas cuentas tus cuentas
y qué extraño querer!
Por verme, aumentas todo lo que debo.
Y yo lo dejo crecer…
Gregorio Sarmiento
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